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Grafitti: Historia de los graffitis


El término graffiti es de procedencia italiana, acuñado por los romanos que ya guarreaban las paredes y sitios públicos con sus profecías y protestas, llevados por el incontenible deseo de compartirlas con sus conciudadanos.

Pero sus orígenes se remontan a civilizaciones con aún mayor solera que, como los macedonios, los griegos, los antiguos egipcios con sus indescifrables jeroglíficos, e incluso los hombres de las cavernas con sus celebradas y tan visitadas pinturas rupestres, utilizaban las paredes de tumbas, viviendas y edificios en general para satisfacer a conciencia uno de los más ancestrales instintos del hombre: el de comunicarse.

Es a finales de la década de los 60, cuando los concienciados activistas políticos y los no tan concienciados miembros de las "gangs", hacen suyo este primitivo método de comunicación. Los primeros, para hacer públicas sus protestas, y para marcar el territorio los segundos.

Poco después en la ciudad norteamericana de Filadelfia, el "bombing" sienta los primeros antecedentes del graffiti tal y como hoy lo conocemos. Estos primeros artistas, impulsados por el noble propósito de llamar la atención de la prensa y la comunidad, se dedicaban a bombardear, de ahí el término "bombing", las paredes de la ciudad con su nombre o apodo.

Destino: South Bronx

Con su traslado, no está muy claro si voluntario o espontáneo, al distrito neoyorquino del South Bronx, es cuando el arte del "writing", término con el que se conoce el acto de "escribir" en los vagones y paredes, toma su forma definitiva de diálogo con la sociedad en general, y con sus compañeros en particular.

Fue uno de estos primitivos "writers", apodado Taki 183, quien debido a su ocupación de mensajero de a pie y a la necesidad de utilizar el metro que ésta le suponía, el pionero de los "motion tags", nombre con el que se bautizó al arte de marcar los vagones de metro con la firma en forma de garabato. Por otro lado, acaparó el honor de ser el primero en llamar la atención de los todopoderosos "mass media". El diario New York Times dedicó todo un artículo al mencionado artista.

Así fue como la New York Transit System, y más concretamente los vagones de los trenes de metro se convirtieron en el elemento unificador del graffiti, e hicieron que algo que para mucha gente sólo eran garabatos o marcas de las "gangs", se convirtiera a través del "writing" en algo muy diferente.

El "tag" en la cumbre

Se llega entonces, entre mediados y finales de los 70, a la cumbre en lo que a innovación estilística se refiere cuando esta técnica del "tag" o tagging", que consistía en la firma del artista con forma de garabato, evoluciona hacia letras más estilizadas y grandes. Además de para escribir el nombre, empiezan a utilizarse para expresar ideas o declaraciones, dando lugar primero a las "bubble letters", letras redondeadas con relleno y filete, y más adelante a lo que hoy se conoce como "throw up".

Esta técnica, a su vez impulsada por el afán competitivo de los "writers" y su deseo de ganar mayor popularidad y respeto, llega a una complejidad estilística tal, que las letras empiezan incluso a ser difíciles de entender, culminando así en lo que es la forma más notable del graffiti del Bronx, el "wildstyle".

Con el último aliento de la década de los 70, el "writing" alcanza sus cotas más altas con la incorporación de imágenes de la iconografía popular tales como personajes de comic o de dibujos animados, e incluso en muchos casos de autorretratos en forma de caricatura. Con ellas, aparecen en escena las complejas "pieces" o "masterpieces", que además de servir para distinguir a los grandes maestros de los principiantes, se generalizan y amplían su tamaño hasta llegar a ocupar vagones de metro enteros.

La comunidad del "writing" arde de expresividad y ello lleva a una competitividad feroz que se traduce en el auge de las guerras (no violentas) de style. Así como de las alianzas entre "writers" y "crews" (grupos de writers que trabajan en equipo), para conseguir el respeto de los demás rivales y compañeros.

Boicot al graffiti

Pero como los finales felices parecen estar reservado en rabiosa exclusiva para las películas pergeñadas por ese estandarte del "establishment" que es Hollywood, los primeros años de la década de los 80 hacen su aparición en escena en muy mala compañía.

La Metropolitan Transit Authority (MTA) de New York comienza su encarnizada batalla contra el graffiti. A la criatura los "writers" la bautizan acertadamente con el nombre de "buff", y sus métodos restrictivos tales como instalar nuevas vallas más sofisticadas en las cocheras de los vagones de metro, o recubrir los vagones con pintura resistente, dan al "writing" el primer empujón hacia la cuesta abajo. Un gran número de artistas busca desesperadamente nuevas alternativas, y algunos de ellos cruzan el charco para dar a conocer la hasta entonces semi-oculta filosofía y actitud de la juventud neoyorquina, con lo que el nuevo arte se extiende rápidamente por el viejo continente.

Son tiempos duros para cualquiera de las expresiones de la "street-culture". Aparece un nuevo personaje en la película, y además está en el bando de los "malos", el "crack" que se adueña de la Gran Manzana, y en una nueva vuelta de tuerca del guión, no viene sólo. Le acompañan las armas de fuego que aparecen hasta debajo de las piedras, y todavía enrarece más el aire que se respira en las calles. Por si no hubiera bastantes elementos conspirando contra la comunidad del graffiti, se promulgan leyes restringiendo la venta de pintura a los jóvenes, se obliga a los vendedores de pintura a tener guardados los sprays bajo llave, y se endurecen las penas contra los writers. La consecuencia más inmediata de esta larga suma de elementos disuasorios, es la escasez de "lienzos" para los artistas, lo que les hace más territoriales y agresivos, hasta el punto de que presentarse en las cocheras del metro desarmado, se convierte en una empresa solo accesible para "lumbreras" como Rambo.

Dura supervivencia

En esta mitad de década, que podría denominarse fase de supervivencia, hay un atisbo de tregua cuando el incansable y omnipresente "buff" se toma un respiro poniendo en servicio vagones de deshecho. Pero lo que se adivina como una luz al final del túnel, finalmente se queda en un espejismo, y la persistente falta de pintura y la casi nula seguridad en las cocheras, desembocan en la proliferación de "tags" artísticamente muy pobres hechos con marcadores.

Cuando todo parece ya perdido con la MTA como dueña y señora de la situación, y la Transit Police en plenitud de fuerzas, cuando los "tags", "throw ups" y compañía empiezan o bien a escasear de manera alarmante, o bien están tan escondidos que nadie puede verlos, aparece, ¡¡ya era hora joder!!, el héroe de la película. Los artistas del spray comprueban aliviados que además no es Gary Cooper y que viene acompañado.

La explosión popular del hip hop a finales de los 80 reaviva la llama de la "street culture" neoyorquina. Todos los chicos quieren ser b-boys, y además resulta que los protagonistas no habían muerto. Los Mc´s y a su rebufo los "writers", están otra vez en el disparadero. Alguien en la Costa Oeste informa de la mayor accesibilidad y menores medidas de seguridad de los trenes de mercancías, con lo que todos los artistas acarician las culatas de sus sprays.

Y aunque en menor medida, también contribuye, por supuesto de manera inconsciente, la MTA que empieza a retirar los vagones averiados a cocheras para chatarra en Brooklyn, lo que hace que muchos apasionados del acero vuelven a la carga impulsados por la esperanza de revivir los viejos y siempre mejores tiempos, o simplemente por el deseo de conseguir una foto con su nombre en un vagón de metro. El arte nómada

Por su parte el movimiento europeo se consolida, y empiezan las giras de writers americanos por Europa, y las peregrinaciones de writers europeos a la meca del graffiti. Y para despejar cualquier jirón de nube sospechosa de tormenta, estos esforzados artistas descubren las carreteras, que aunque no se mueven, ven desfilar a cientos de coches cada día.

La guinda del pastel la ponen, primero las paredes y las canchas de deporte de la ciudad, que proporcionan al graffiti del Bronx su última expresión hasta la fecha. Las "pieces" conmemorativas, homenajes multicolores para recordar a los caídos por la violencia o por el SIDA, y después los fanzines que empiezan a proliferar tanto en papel impreso como en Internet, convirtiéndose en el nuevo vehículo difusor de esta llamativa forma de expresión urbana.

Así pues, de momento la película tiene un final feliz, y muchos "writers" incluso han empezado a ganar dinero con su talento. Si bien esto último, unido a la cada vez más asidua "legalidad" de muchos de las "pieces" y la consiguiente pérdida que ello conlleva del aura transgresora de este arte de la calle, empaña en cierta manera esa aparente felicidad para la facción más romántica y purista del "writing".

Filosofía del graffiti

Para hablar con propiedad de la filosofía del graffiti, hay que empezar por establecer sus objetivos, los que impulsan a aquellos que deciden hacer de la escritura en los trenes o paredes, su vehículo de expresión.

La principal de las razones que ponen en marcha a la mayoría de estos artistas urbanos, no es otra que la necesidad tan común a cualquier tipo de arte, de expresar y comunicar a los demás el propio mensaje, unida a la muy extendida entre los componentes de la raza humana, la búsqueda de la fama.

Precisamente esta búsqueda de fama y de reconocimiento entre la comunidad del graffiti, es el motivo que explica la proliferación de los "tags" y "throw-ups" (realizados para conseguir atención para sus trabajos más grandes llamados "piezas"), y el hecho de que se hagan en sitios como trenes y autopistas, en los que pueda verlos el mayor número de gente posible. De igual manera que la frecuencia de los trabajos es una forma de ganar respeto entre los demás 'Writers", la creatividad en el estilo a la hora de realizarlos es además otro factor importante a la hora de labrarse una reputación entre aquellos.

Las grandes "piezas" son las que distinguen a los grandes maestros de los principiantes, ya que estos últimos deben empezar inundando la ciudad con sus "tags", para una vez iniciados en las técnicas del "writing" comenzar a hacer las mencionadas y más grandes "piezas".

Hay que señalar que lejos de ser un arte eminentemente individual, gran parte de los "writers" trabajan en equipo en lo que en el argot se conoce con el nombre de "crews". Estas "crews" se rigen por unos principios aproximados a los de cualquier otro club secreto, pero no exigen ninguna iniciación especial para ingresar en sus filas, sino que un "writer" es admitido en ellas en base a su destreza, al considerar que su participación puede ser beneficiosa para el resto del grupo.

Además de establecer que el graffiti es un arte multicultural y no sexista, las "crews" se rigen por un desarrollado sentido del honor y del respeto, que establece que una pieza de otro "writer" no puede ser borrada hasta que la pintura empieza a deteriorarse, y que no se debe utilizar el nombre de otro artista para firmar el propio trabajo. Incurrir en cualquiera de estas dos faltas, se considera una imperdonable falta de respeto hacia el otro, y puede suponer la inmediata expulsión de la "crew". La competencia que existe entre las diferentes "crew" es enorme, pero siempre entendida desde una perspectiva de honorabilidad y respeto.

Aunque el graffiti desde el mismo momento de su gestación, nace como un arte ilegal por estar realizado en propiedades privadas y sin permiso, el verdadero "writer" no es un criminal, ni distribuye drogas, ni pertenece a ninguna "gang", y pese a los peligros en forma de fuertes multas y cortas sentencias de encarcelamiento que amenaza la realización de las grandes piezas, continúan fieles a la llamada del arte y a la necesidad de expresarse.

La mayoría de estos "writers" son además artistas de gran integridad que no están en ello por dinero, razón por la que muchos de ellos se niegan a la explotación comercial de su trabajo, e incluso los más puristas se niegan a pintar en las cada vez más extendidas paredes "legales".

Para terminar, señalar que el graffiti es un arte temporal ya que las piezas tienen una vida limitada (lo que tarda alguien en borrarlas, o lo que tarda en empezar a deteriorarse la pintura), y este carácter provisional es el que lleva a los "writers" a intentar perpetuarlo por medio de fotos de sus trabajos, y también el principal motivo que ha llevado a la actual proliferación de revistas tanto impresas como on-line sobre este peculiar arte urbano.



Ver también: Raperos / Cultura del hip-hop.

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